Para quienes comen por motivos emocionales, la comida es su mejor amiga y sirve para subirles el ánimo, calmarles el estrés y aliviarles el aburrimiento.
Sin embargo, la ingesta de índole emocional generalmente conduce a comer en exceso, sobre todo alimentos altos en calorías, dulces, salados y grasosos. Las mujeres son particularmente proclives a comer por motivos emocionales y después de ingerir esos alimentos “prohibidos”, no sólo que se sienten más culpables sino menos saludables que los hombres.
La conexión entre estrés e ingesta posiblemente se origina en la química cerebral. Ante una amenaza real, se produce la reacción del síndrome de lucha o fuga, suprimiéndose temporalmente el apetito. No obstante, frente a constante estrés, problemas de salud, relaciones interpersonales difíciles o demasiado trabajo, mucha gente recurre a los alimentos con alto contenido calórico y graso para buscar consuelo. El recurrir a la comida como táctica para lidiar con la situación no alivia el estrés y, muy posiblemente, ocasiona ganancia de peso.
La Clínica Mayo le ofrece las siguientes sugerencias para entender y superar esa ingesta de índole emocional:
-- Aprender a reconocer cuándo es genuina el hambre. El sentir ansias por cualquier hojuela frita o galleta poco después de la comida posiblemente es hambre emocional, no hambre verdadera.
-- Identificar los desencadenantes para comer. Mantener un diario puede ayudar a encontrar patrones para la ingesta emotiva, tales como emociones y sentimientos producidos por la comida, cantidad y momento de comer, así como los sentimientos que surgen después de hacerlo.
-- Buscar consuelo en otra parte. En lugar de buscar los caramelos, camine, llame a un amigo, escuche música, lea o mímese un poco y vaya al cine.
-- Controlar el estrés de manera sana. El objetivo es disminuir el estrés con tácticas sanas, entre ellas, hacer ejercicio regularmente, descansar de manera adecuada y recibir apoyo de familiares y amigos.
-- Practicar una alimentación focalizada. El focalizar es una forma de prestar atención concientemente, sin juzgar. Al aplicarlo a la ingesta, esta técnica puede ayudar a aumentar la conciencia sobre las sensaciones, emociones y pensamientos vinculados a la comida y a la ingesta misma.
-- Desechar los alimentos insalubres. Evite acumular en los armarios o en el refrigerador comida reconfortante con alto contenido calórico y, en su lugar, considere otros alimentos ricos y sanos como un plato de sopa de tomate o una taza de té.
-- Ingerir una alimentación balanceada y refrigerios sanos. Entre las comidas, opte por refrigerios de bajo contenido graso y calórico, como frutas frescas o palomitas de maíz sin mantequilla.