Cuando percibimos que nuestro hijo o hija adolescente puede haberse enamorado, nos embargan todo tipo de inquietudes por la nueva etapa que se inicia. Antes de llegar a esta conclusión, no entendíamos su reserva, la falta de apetito y su salto al escuchar el timbre del teléfono para llegar antes que nadie.
No sabemos cómo abordar el tema, si hablarlo con ellos, o si esto daría mayor importancia al asunto. Otras veces nos lo tomamos con gravedad, pensamos que ese chico o chica será el futuro padre o madre de nuestros nietos. Generalmente, consideramos que todavía son muy pequeños para eso. Pero de pronto, empezamos a recordar lo que nos pasaba a su edad. Poco a poco vamos comprendiendo que han crecido y que debemos respetar los cambios físicos, psíquicos, de intereses en general y de identidad sexual, en particular. Es un momento difícil, no exento de sentimientos encontrados, porque evocamos en nosotros mismos ese periodo tan crítico de la vida.
Cuando el joven se enfrenta a una primera relación amorosa, la teme y la desea al mismo tiempo. Sin saberlo, pone en juego en esa experiencia la muerte de una época vivida. Debe despedirse de su propia infancia.
Claves para saber qué le ocurre
Aceptar el paso. Enamorarse es dar un paso que lejos de resultarle fácil al adolescente, implica hacer uso de muchos recursos psíquicos, algunos conocidos y otros nuevos. Aunque se trate de una circunstancia que él vivencia como única, en realidad mucho antes, siendo púber y aún niño, ya experimentó y presintió a su nivel, el sentimiento amoroso. A diferencia de entonces, existe en su cuerpo la posibilidad fisiológica de ejercitarlo y darle un sentido nuevo.
Hablar de emociones. Ante la inminencia de que se concrete una relación sexual, los padres se angustian y existe el riesgo de que sólo les hablen de las enfermedades de transmisión sexual, del embarazo y la anticoncepción, porque éstos son los temores más habituales y porque a veces es más fácil hablar de estos temas, que de las emociones que la situación provoca.
Se suele cuestionar a los adolescentes que vivan una sexualidad libre de prejuicios. Pero a los adultos también les resulta difícil hablarles del sexo y del amor, por ello tienen parte de la responsabilidad. No se atreven a entablar una conversación sencilla con sus hijos, a veces por prejuicios y otras por sus propios conflictos sexuales irresueltos.
Argumentar opiniones. Si se han enamorado de un chico/a que a los padres no les gusta, conviene que actúen con bastante tacto y paciencia. Si hubiera razones objetivas para el desagrado, es mejor argumentarlo, sin olvidar que a mayor oposición de los padres, mayor es el efecto opuesto al deseado.
Aceptar la primera relación amorosa con naturalidad permite a los hijos depositar su confianza en los padres, pudiendo hacerles partícipes de sus miedos e inseguridades.
Nunca te alejes de tu hijo(a), lo que pasa en este momento de su vida es muy importante para él, para ti puede no serlo, escúchalo, porque va a buscar las respuestas a sus preguntas en otro lado, que mejor que sea contigo.